6.10.2014

Diálogo Humano-Canil



Gran verdad digo al planeta
como crístico poeta al can,
cuanto más trato a las fieras,
encuentro más amor y paz.

"Yo, a quién llaman tu perro,
no te traiciono ni entrego
como lo hace el sereno
a quién pagabas con sueldo". 

"No podrás decir como de él
que por la espalda te herí
o que tu morada despojé,
ni que cual judas vil te vendí".

"Yo cuido muy fiel tu vivienda
y velo celoso tu sueño
día y noche, duermo en tierra,
agradezco eres un buen dueño".

"Jamás injuriaría de ti,
así hablara, no lo haría,
tus secretos guardo hasta el fin
de mi austera y breve vida".

"Te acompaño donde quieras
sin preguntarte que destino,
te salvo de cuantos fueran
sin preocuparme motivo".

"Me juego entero por tu casa
cuando un Caín la quiere violar,
me digan mestizo o de raza
tus cosas no se atreverán a tocar".

"Cuando vuelves salvo y gozoso
te recibo muy jubiloso,
si no volvieras llegue el día
guardaré gran luto en vida".

Justicia es, no te asombres
dijo el filósofo al can
cuanto más trato a los hombres
estimo a los perros mucho más.

4.03.2013

Un verdadero y novel amor


De un tiempo a esta parte la corta vida del tiempo y la imposibilidad de la distancia se habían vuelto excusas para no verse. Cuando en el principio la felicidad significaba detenerse en el tiempo, perderse en el espacio y desafiar al universo, juntos, siempre juntos. Jim la amaba, ella decía hacerlo mucho más. Él la extrañaba, Kate solo sonreía. Él la enamoraba todos los días y ella era feliz.  Sin embargo todo iba a cambiar.

Cuando Kate llamó y dijo que tenían que hablar,  Jim sabía que algo malo pasaría. Pero cuando Jim iba de camino a verla, era indescriptible lo mucho que pensaba en ella, en lo que pasaría; fue increíble que ese día el camino estuviera tan despejado, los semáforos alineados en verde y que estuviera llegando tan rápido y fácil. Fue la única vez en todo el tiempo que la quiso que no hubiera querido llegar tan rápido. En todo el camino algo dentro de Jim se iba retorciendo, como si no quisiera ir, como si en cada centímetro recorrido se fuera muriendo. Era una muy clara y descriptible sensación de agonía cuando llegó a la puerta y tocó.

Kate lo invitó a pasar, algo se había desvanecido en ella desde el saludo y más aún cuando lo invitó a sentarse en el sillón de enfrente. La relación no estaba bien, él lo aceptó, Kate ya no sonreía, quizás ya no era feliz y le dijo que había dejado de quererlo cada día un poco más, como siempre había sido. Kate le pidió terminar la relación, a lo que Jim asintió bajando la cabeza y terminando de sentir algo que Kate tampoco podía explicar, un gran vacío los embargaba a ambos, como si algo hubiera dejado de existir mucho más allá de todo lo que ellos amaban y extrañaban de su relación, algo más fuerte y grande había dejado de existir, un gran vacío ahora resonaba dentro de los dos…

Aquel vacío, ¡él!, era el amor, era un amor, un amor como cualquier otro, que cuando murió, al igual que todos los amores, fue al cielo, al cielo de los amores y al llegar allá, fue recibido por el amor de la portería que le pregunto ciertos datos, un poco extrañado le dijo que él no tenía nada que estar haciendo por esos lados, pero que sin embargo, siguiera y diera unas vueltecitas mientras el averiguaba que había pasado; Y así fue, el amor entro y empezó a caminar por el cielo de los amores, pero pronto, pronto se dio cuenta que todos los amores tenían un grupo definido y tenían su grupo de amigos iguales, él entendió que él también tendría un grupo por ahí y lo empezó a buscar.

Al principio creyó que iba a ser sencillo, pero poco a poco empezó a ver grupos cada vez más distintos en los que él no se sentía bien, así que acercándose al primer grupo, un grupo de niños que jugaban alegres, les pregunto: "¿saben ustedes de casualidad, que tipo de amor soy yo?", Uno de ellos, con esa sonrisa de niño precoz se le acercó y le dijo con una voz muy tierna, "no, pero solo podemos decirte que nosotros somos los amores infantiles", él empezó a recordar que en un principio él fue un amor infantil, de aquellos que se toman de la mano y se sonrojan, pero poco a poco creció y le pareció ilógico que ahora que estaba muerto tendría que ser considerado de nuevo un amor infantil, así que con una sonrisa se despidió del niño, aquel se sonrojó y se despidió.

Siguió caminando por el cielo cuando encontró un bus que venía recorriendo el cielo, como ya estaba cansado se subió en él y al ver a cantidades de amores viajando en él, les dijo: "perdón, de casualidad no saben ustedes qué tipo de amor soy yo?" Uno de los amores que iba en el bus lo miro y le dijo: "no, solo te puedo decir que nosotros somos los amores pasajeros, aquellos sin destino que pasamos sin dejar huella".

Triste porque no podía encontrar su identidad el amor siguió caminando, se encontró con un grupo de amores, de apariencia griega, con unas grandes batas y pensativos, él temeroso de interrumpirlos se acercó y de nuevo les pregunto que si sabían ellos que clase de amor era él, pero uno de ellos se volteó lo miró de arriba abajo sin mover la cabeza y le dijo: "no lo sé, nosotros solo sabemos que somos los amores platónicos".

Siguiendo con su camino, se encontró con una serie de amores que miraban la pantalla de un computador muy pequeño, este decía algo así como: "y esta es tu misión, si decides aceptarla, este mensaje se destruirá en 5 4 3 2 1", al amor no le fue difícil comprender que estos eran los amores imposibles y que en él nada había imposible, no había sido un amor imposible.

Caminando ya sin querer preguntarle a nadie, se encontró con un anciano que estaba sentado solo bajo un árbol, "¿perdido?", le dijo él, y el amor se dio vuelta para decirle, “sí, lo que pasa es que no sé quién soy, me encuentro dando una vuelta porque resulta que estoy aquí por error, quien sabe que habrá pasado, y mientras tanto trato de buscar mi identidad, pero no la encuentro y eso me preocupa”, el anciano lo observó, dejó escapar una breve sonrisa, y le dijo:
-¿De casualidad no te has sentido identificado con todos y a la vez sin ser parte de ninguno?
- Si, eso es exactamente lo que me pasa, dijo el amor, ya un poco más feliz, porque parecía ser que el anciano lo entendía.
- Mmm, ya veo, sabes, hace mucho no encontraba alguien como tu, o alguien como yo, es que es algo muy raro, tu estas todavía muy joven y tal vez por eso te confundes, yo ya llevo muchos años y aunque la pareja que me dio vida, ya se encuentra muerta, yo todavía vuelvo a la tierra cada vez que alguien me recuerda, estoy aquí de vacaciones, porque realmente no estoy muerto.
- “¿Cómo así? Perdón, pero realmente no entiendo”, dijo el amor, “¿usted dice que yo soy como usted? ¿ Qué me quiere decir?.
En ese momento, una voz con mucha autoridad le dijo al amor que lo necesitaba ya en la entrada del cielo, este intento quedarse haciéndole preguntas al anciano, pero en ese momento una fuerza divina lo transporto hacia la entrada. Ahí estaba el guardián del cielo de los amores, diciéndole que sí, que efectivamente él no estaba muerto, que había quedado en un estado de shock por el golpe tan duro, que el cielo no era lugar para él.

En ese momento en la tierra de los mortales Jim detuvo el carro, llamó a Kate y le dijo que no podía vivir sin ella, que ese pequeño tiempo solo le había servido solo para saber y confirmar cuanto la amaba, Kate le dijo que sentía lo mismo y el amor se empezó a sentir vivo de nuevo, bajo del cielo a la tierra, desvaneció el vacío, volvió a vivir y Kate volvió a sentirse feliz.

El anciano del cielo no se quedó triste, sabía que lo volvería a ver, estaba un poco extrañado de que un amor de su clase fuera tan joven, él pensaba que ya no existían, pero estaba equivocado, pues lo acababa de ver.
Lo que el joven amor no sabe y tal vez no sepa en muchos, pero muchos años es que él pertenece a esa raza única, no es parte de ningún amor y tiene de todos, un amor que nunca muere, un amor que sufre y llora pero siempre sale adelante, lo que el anciano no le alcanzo a decir es que él, era el amor verdadero.

  

8.03.2011

El Corazón del Baobab


".... Cierto día un conejo fue de paseo por la gran sabana, saltando entre los campos, disfrutando del aire de la mañana, de pronto se levantó el Sol y llegó el calor. El conejo buscó como loco la sombra de un árbol para descansar, delante de él vio un baobab.
EL conejo se acercó ante el gran árbol y le dijo: -Por favor, préstame tu sombra. Éste con gusto, le prestó su sombra. ¡Gracias baobab! dijo el conejo, tu sombra es muy refrescante. Pero el conejo, que era muy travieso, se rió y le dijo: Si, tu sombra está muy bien, pero ¿y la música de tu follaje?, estoy seguro de que debe ser una cacofonía horrible. -Cómo se puede atrever este pequeño ser a dudar de lo linda que es la música de mi follaje. ¡¡¡¡ Le demostraré lo contrario!!! El baobab empezó a hacer temblar sus hojas y, de pronto, se empezó a escuchar la música más linda del mundo.
Y el conejo dijo: ¡Gracias baobab!, tu música es espectacular, pero ¿y esa fruta? estoy seguro de que esa fruta debe ser una bolsa de agua tibia nada más. -Cómo se puede atrever - dijo el baobab-este pequeño ser a dudar de lo rica que es mi fruta. ¡Le demostraré lo contrario!. Entonces dejó caer su fruta y el conejo empezó a saborearla.
-Tu fruta es deliciosa, baobab, muchísimas gracias. Pero ¿y tu corazón? Seguro que tu corazón tiene que ser duro como una piedra. En ese momento el baobab quiso enseñar su corazón al conejo para demostrarle que no era de piedra, pero le entró miedo de enseñar su corazón a alguien que no conocía. El baobab no se atrevía, de pronto, la curiosidad fue más fuerte y empezó a abrir su corazón. En el corazón del baobab se descubrieron miles de tesoros: piedras preciosas, oro, joyas, plata, telas finas.
¡¡¡Gracias baobab!!!! dijo el conejo. Tú eres el ser más generoso que jamás he conocido, y entró despacio en el corazón del baobab, y tomando el tesoro que había allí, regresó a casa. Le dio todo a su mujer, quien ni corta ni perezosa salió a presumir con sus amigas lo que le había regalado su marido. Pero había una amiga que no se alegró de ver a la coneja con todas esas joyas: era la hiena envidiosa. Ésta fue con su marido y le contó todo lo sucedido.
El marido hiena, viendo a su mujer muerta de envidia, fue a ver al conejo para preguntarle cómo había conseguido lo que tenía su mujer, para él dárselo a la suya. El conejo, inocentemente, le contó todo: lo de la sombra, lo del follaje, lo de la fruta y el corazón. Fue así, como el marido hiena fue a ver al baobab, éste, acordándose de lo bien que se había sentido con el conejo, hizo lo mismo: prestó su sombra, movió sus hojas, entregó su fruta y abrió su corazón, donde había miles de tesoros.
El marido hiena, viendo tanta riqueza, quiso llevarse todo. Empezó a arañar el corazón del baobab. Éste no entendía nada, dolido y herido cerró su corazón. La hiena se quedó fuera sin poder tomar el tesoro. Desde entonces, la hiena busca en las entrañas de los animales muertos aquello que no pudo conseguir en el corazón del baobab.
Cuentan que el baobab nunca volvió a abrir su corazón a nadie, porque tiene una gran herida y teme que el vuelvan a hacer daño.
El corazón del ser humano es muy parecido al corazón del baobab, encierra miles y miles de tesoros pero ¿pero porqué es tan poco lo que se abre? ¿De qué hiena se acuerda?

1.03.2011

Un Día En Particular

Pensó, sonrió y apagó la lámpara. Pensaba en la oscuridad, veía al vacío donde estaría el techo y repasaba ahí sobre todo lo que algunas veces lo había hecho feliz. Repasaba sus días, los mejores momentos de su vida y los acompañaba también de los errores y las cosas que debió y no debió hacer, muchas veces se sintió muy estúpido y los  repetía mordiendo su almohada impotente por no poder volver atrás y muchas otras también se sintió el más pleno del mundo por las grandes cosas que habían sucedido por él, en él y a su alrededor. No puede dormir. Enciende la lámpara, coge un libro y empieza a leer, las hojas pasan y todas vorazmente consumidas, pero a quien podría engañar si está solo en esto, si en cada página la encuentra, en cada situación recrea un desenlace que lo lleve a sus brazos o quizás mejor a sus labios y no importa el mundo si ellos encuentran su felicidad. Nada podía hacer esa noche más que recordarla. El tiempo había pasado con ella y él jugando a no conocerse, a ignorar lo que sienten, a disfrutar de sus miradas y sus roces y no ceder ninguno a las inexplicables sensaciones que los estremecían cada vez que nada más se rozaban sus bellos y se erizaban y la piel se partía en mil pedacitos cada vez más fríos, esa sensación inexplicablemente era la más placentera del mundo durante los pocos segundos  en que aquellos dos entes del universo se encontraban en la misma dimensión y creaban un agujero negro y romántico para ellos dos y muchas veces con su luna llena y blanquísima también. Y otra vez él perecía en su cama mirando a la oscuridad, al vacío y se martirizaba por las cosas que hizo y las que no hizo también y sobre todo, pero era feliz cuando en suma de todo recordaba lo feliz y plenos que eran los pocos segundos en que sus miradas, sus cuerpos se encontraban alineados, eclipsados en un destino que no terminaba de unirlos, como él quería, de una vez y para siempre.
  


La luz se había vuelto a apagar, otra vez todo estaba en silencio y más de la mitad de lo que dura la noche ya se había perdido en algún lugar en el que el sol voraz la exterminaba, mortal y románticamente, y él estaba aún pensando en lo que sentía, en como se sentía con ella, en las cosas que podría hacer y le ilusionaba pensar en la sonrisa que ella le pudiera devolver. Lo que daría por verla sonreír ante él, por él y para él. Entre el regocijo de un recuerdo que no existía si no era más que en su imaginación se fue durmiendo, poco a poco, resistiéndose a dejar de pensar en ella y disfrutar de su imaginaria y muy propia sonrisa. Ya que nunca había logrado soñar o si lo había hecho jamás lo había recordado, para él el dormir y despertar no era sino un intervalo de tiempo del que no conservaba recuerdos. De no haberla conocido no habría entendido jamás el sentido de la noche, su magia y su romanticismo, porque si en el día la amaba al sol, no tenía idea de lo mucho más que podría hacerlo a la luz cómplice de la luna brillante y su concierto de estrellas.


Falta poco para el amanecer, todo esta en silencio, las ideas se han desvanecido y solo queda el vacío.
Él estaba en un parque, llevaba una camisa tono rosa claro que nunca se imaginó usar, el lugar le parecía familiar, es más hasta sentía que le gustaba estar ahí, extraño pues no era noctámbulo, pero estaba curiosamente feliz, acababa de abrir los ojos y miraba todo a su alrededor y escuchó a su lado la voz más dulce y la menos esperada de las que en su vida esperó oír en un momento así, y es que así son las mejores cosas que te suceden en el mundo, no son planeadas, solo suceden. “Oye, ¿estás aquí conmigo? ¿Te quedaras?” el volvió la mirada y la encontró, tan linda como en el día pero esta vez adornada de estrellas, radiante y bella como la luna, casi se asustó cuando la descubrió muy segura tomada de su mano, momentos y situaciones a los que jamás llego en las noches oscuras del techo de su habitación. Lo único que pudo hacer fue asentir con la cabeza de que si, que se quedaba con ella. Ella muy feliz lo llevo hacia un banco que no estaba muy lejos, se sentaron uno frente a otro, con las piernas cruzadas sobre el banco, tomados de ambas manos y siempre mirándose, ella parecía feliz y él veía detrás de ella el amanecer próximo, claro y amenazante, no entendía porqué, ella notó que poco a poco en el cambiaba esa felicidad por cierta congoja gradualmente más acentuada se diría que al compás del amanecer. Él no lo entendió pero ella empezó a pedirle que no se fuera, que se quedara y él solo atinaba a mirarla con cierta pena y ojos de felicidad, dicen que el rostro refleja el inconsciente, nuestro verdadero estado y los ojos la verdad de nuestra alma, y era así, él quería quedarse e inexplicablemente no lo podía hacer, cosa que lo ponía muy triste y eso se dibujaba en su expresión, pero el brillo de sus ojos denotaba mucha felicidad, lo que le hacia ver que su alma había encontrado ese eclipse total de amor que en noches interminables había imaginado. El momento cada vez era más inminente, ella era ahora quién lo tomaba de la mano y le pedía que se quede, él no podía hacerlo e inevitablemente todo se iba terminando, como se terminan los eclipses, siendo bellos, increíbles y fugaces, pero siempre dejando en algún rincón de nuestro ser la esperanzas de que volverá a pasar, era el único consuelo. El momento de decir Adiós de alguna forma ya había llegado y él por fin pudo hablar y solamente para despedirse-“Adiós”-. Ella lo miro y dio la impresión que al escuchar su voz él le hubiera confirmado ese amor que durante la noche no le pudo jurar, lo tomó de la mano, se acerco hacia él y lo besó. En el contacto de estas dos epidermis se fusionaron dos fantasías, él intentaba decirle todo lo que había callado, apretujaba sus labios entre los suyos con tanto cariño y amor que parecía no querer dejarla jamás, el eco de los ruidos de sus labios retumbaba en sus corazones, el sabor y el aliento se quedaba impregnado en el recuerdo del mejor beso que en sueños se pudo dar. ¡Y despertó! Despertó en su cama volviendo a tomar  aire, como si no hubiera respirado durante los minutos que la estuvo besando, sintiendo el sabor de sus labios y todas esa mezcla de sensaciones que lo tuvieron tendido buscando explicación y una sonrisa más inexplicable aún dibujada perfectamente en su rostro, sentía como su corazón estaba acelerado y las sensaciones eran todas vivas pero ella no estaba ahí. Jamás estuvo ahí. Comprendió. Se puso de pie, se fue hacia el baño, tomo una ducha y en ello noto que ya era hora de volver a la rutina, intentó olvidarlo, no lo logró y  todo continuó, como continua todo cuando descubres que el mejor momento de tu vida a sucedido solo en un sueño.

Al llegar a la universidad, recordó que la primera clase sería en el mismo lugar donde siempre la veía, donde compartían miradas lejanas y donde alguna vez hubieran estado cerca sin que él pudiera hacer algo. Una cierta sensación de temor lo invadió,-“¡fue solo un sueño!”-pensó y se reconfortó, entró a la clase y tomó el asiento más alejado de los que ella siempre tomaba. La clase empezó y él no notó que llegara -“¿llegará tarde o faltará? ¿Le habrá pasado algo?” pensó - sintió sueño por lo poco dormido y por lo cansado que le resulto soñar por primera vez a alguien que nunca lo ha logrado y más aún con todo lo soñado. Ligeramente en secreto, apoyando sus brazos sobre el cuaderno y su cabeza sobre ellos, escondido a la espalda del compañero delantero se volvió a dormir, no lo pudo soportar. La clase había terminado. El la había vuelto a encontrar en sueños, tenía un gesto muy feliz acostado sobre sus brazos y alguien se acercó a despertarlo cuando ya todos habían salido del salón. Muy delicadamente se acercó hasta su mejilla y le dio un ligero beso. Él lo sintió y abrió los ojos de pronto, siempre con esa sonrisa, tratando de saber que pasaba pero todo estaba borroso y poco a poco se iba aclarando y se hacía más increíble, era igual de bella que en sus sueños, a la luz del sol y con esa sensación de un sueño hecho realidad. “¿Es un milagro?” balbuceo torpemente mientras despertaba. “Milagros es mi nombre”-le dijo- “¿Siempre sonríes así tan lindo mientras duermes?”-. Ya despierto y sonrojado también solo atinó a sonreír y ponerse de pie. “¿Quieres un café?”  
Dijo él mientras se acomodaba la ropa y tomaba sus cosas, ella le dijo que sí y mientras lo observaba comentó “una camisa rosa muy clarita te quedaría muy bien”. Él se detuvo, la miró, sonrió y caminaron juntos quizás hablando de un sueño en común.

12.13.2010

Feliz Día Sporting Cristal / Amor A Primera Vista (Jaime Bayly)



Lunes 13 de Diciembre el Club Sporting Cristal cumple 55 años.  Feliz día celeste, feliz día al amor que ya nació hace 55 años y feliz día y felices los demás también porque siempre andaremos juntos. En las buenas, en las malas y en las peores también.





*Tomado de "No Se Lo Digas A Nadie"
Corría el año de 1979. Para mí, literalmente corría: me escapaba del colegio (corriendo, tras escabullirme por un hueco del alambrado), me fugaba de la casa de mis padres (corriendo por la bajada de los Cóndores, en las alturas de Chaclacayo), huía de mi soledad (corriéndomela).

Yo tenía entonces 14 años y ya algunos desengaños.

Una mañana de invierno me marché de la casa de mis padres. No era la primera vez, no sería la última. Llevaba conmigo una vieja maleta de mi abuelo. Antes de huir, confundí en ella una radio portátil, revista de fútbol, una foto estragada de Farrah Fawcett y algo de ropa.

Qué hubiera sido de mí en esos años sin Pocho y Farrah Fawcett. Pocho me acompañaba en la radio todas las noches (Ovación de radio El Sol; un Perú en sintonía), a Farrah Fawcett la amaba, afiebrado, con una mano. El gordo era mi amigo del alma; la rubia, mi amante furtiva (y en este caso fugitiva).

Escondido en un modesto hotel del centro de Lima, leí en la prensa que Cristal jugaría ese fin de semana en Huancayo. No lo dudé: fuí a la estación de Desamparados, compré un boleto y viajé en tren a Huancayo. Mentiría si dijera que el viaje fue una paliza. Una guapa estudiante de la Católica, que me invitó cigarrillos y me permitió recostarme en sus piernas y acaricio mi aturdida cabeza, me enseñó que es posible encontrar ternura y belleza en un tren de madrugada a la sierra.

Yo todavía no era hincha de nadie. No quería ser de la “U”, tampoco del Alianza. Desde chico me he resistido (es un instinto que agradezco) a estar en las mayorías. Veía con simpatía al Muni y a Cristal. Me gustaba que fuesen equipos marginales, minoritarios.

Tal vez me sentía más cerca del Muni, por que ciertas tardes después del Colegio de regreso a Chaclacayo, me trepaba a los muros del Hebraica y lo veía entrenar.

Cristal era entonces una causa perdida. A mí siempre me han gustado las causas perdidas.

Ese domingo en el estadio de Huancayo fuí uno de los treinta o cuarenta entusiastas que, agitando banderas, golpeando bombos, y fatigando las gargantas, afirmamos a viva voz, sobre los crujientes bancas, nuestra (desolada) pasión por Cristal.

Conocí aquella tarde que no siempre goles son amores: a veces, si los gritas allá arriba, en la montaña, son también soroches.

Borracho de alegría (aunque no solo de alegría), pasé esa noche procurando inútilmente alguna forma de comercio verbal con dos alemanes que, del todo indiferentes a mis ardores futboleros, fumaban, taciturnos, una pipa de marihuana.

Por supuesto, no podía faltar al siguiente partido de Cristal, Habría sido un crimen perderme los desplantes del Loco Quiroga, las operaciones sin anestesia del Panadero Díaz, la aérea elegancia del Gran Capitán, el zig zag del Trucha, la zurda astuta del Ciego y sobre todo, el arte muy peruano de Cachito, que consistía, bien se sabe, en despreciar los goles fáciles (pelota reventada a la tribuna), para sólo convertir los imposibles.

La cita fue en el Nacional de Lima contra la “U”. Compré entrada en la tribuna Oriente para estar con la despoblada barra de Cristal, pero, sobre todo, porque no me alcanzó la plata para comprar Occidente.

Me veo ahora sentado en una banca de Oriente Alta, apretujado, comiendo incontables barquillos, la radio a pilas encendida en Ovación, la voz risueña de Pocho recorriendo como un eco el estadio, los olores recios a fritangas, café y maní, las manos rojas de aplaudir.

Cuando Percy metió el primer gol, un hombre obeso, en guayabera, que había estado observándome sentado en las gradas, me cogió del brazo y, en medio del griterío, me dijo al oído:

- Soy policía, Mejía de la PIP. Vengo contratado por tu viejo. Andaba buscándote. Vamos, tengo que llevarte a tu casa.

Le rogué que me permitiera ver el partido. Se negó, siempre agarrándome del brazo. Tenía que cumplir su papel de duro. Bajando las escaleras, esquivando riachuelos de orina, insistí:

- Ya pues, hermano. Sé buena gente, que te cuesta. Vemos el partido y nos vamos.

En ese momento, las tribunas rugieron gol. Era obvio, por el estruendo de los festejos, que la U había metido ese gol.

- Mierda, nos empataron - dijo Mejía, olvidando sus tareas de sabueso, delatando su pasión por Cristal.- Vamos, corre -añadió, y trepó de dos en dos las pestilentes escaleras, de regreso a la tribuna.

El fútbol tiene esa magia: suspende la realidad, suprime, aunque sólo sea por noventa minutos, las contrariedades y amarguras que a todos nos son inevitables, inventa un mundo propio, donde, por lo general, prevalecen la destreza, el arrojo, la armonía (pero en el cual, como en la vida, no siempre ganan los buenos).

Mejía y yo nos sentamos en las gradas porque mi sitio ya había sido ocupado. Cuando Cristal metió el segundo gol, Mejía saltó, gritó como un oso, exhibió sin pudor su condición de fanático.

Yo no me alegré tanto. Estaba pensando en lo que me esperaba en casa de mis padres después del partido. Pero fue con el tercer gol de Cristal cuando Mejía enloqueció de alegría, me disolvió en un abrazo virulento y, sometiéndome al severo olor de sus axilas, gritó conmigo, como un niño:

- ¡Gol, carajo, Gol!

Saltaba a la vista (literalmente saltaba) que Mejía era un hincha de los que lloran cuando pierde su equipo.

Esa noche Cristal ganó tres a uno, y Mejía me llevó a Chaclacayo. En el camino, media hora de huecos y camiones, sólo hablamos de fútbol, Pocho en la radio comentando y entrevistando desde camerinos (Oye, Panadero, ahora que han ganado, ¿me vas a invitar por fin el cebiche que me debes?). Al despedirnos, Mejía me abrazó con la complicidad de la victoria.

- Nos vemos en el estadio el próximo domingo- me dijo.

Mi padre abrió la puerta. No levantó la voz ni me hizo reproches. Más bien me sorprendió:

- Sabía que ibas a ir al estadio.

Entré en la cocina. Mi madre me esperaba con algo de comida. Me abrazó, resignada ya a mis fugas y desvaríos.

- ¿Estás bien? - me preguntó.

- Si -le dije-, Ganó Cristal.

Todo estaba bien, en efecto. Había olvidado mi radio a pilas en el estadio y mi foto de Farrah Fawcett en el hotel, para no mencionar el penoso regreso a la casa de mis padres, pero la certeza de saberme hincha de Cristal compensó sobradamente esos percances.

A Mejía lo volví a ver en el estadio. Llevaba consigo una radio a pilas que, estoy seguro, era la mía.




11.02.2010

dEsEnCuEnTrO


Este no fue un encuentro, sino un desencuentro, más que un acercamiento un afianzamiento de que nunca debieron estar así de cerca, como si nada hubiera de por medio cuando sus mismas naturalezas estaban ahí y en ese momento nada fue como parece, ni mucho menos ni mucho más malo, solamente no pudo ser, jamás pudo ser malo, si ambos en el intento se dieron cuenta de lo que eran y de qué estaban hechos y de qué no también, de para qué y para qué no también y tampoco.
Brujas, lunáticos, el guitarrero y su canción. La fogata estaba encendida, todos la contemplaban y la noche iba empezando. Alrededor los dos automóviles que los habían llevado hasta aquel místico lugar, desde donde dijeron se veían a lo lejos las luces de la ciudad y en el horizonte se fusionaban con el brillo de las estrellas, y así sucedió, esa noche estaba despejada, abierta a la tierra y regalando en su inmensidad el brillo sin igual de sus sin iguales estrellas, estas un poco más cercanas, gigantes, aparentemente alcanzables como ilusionando a quien se detenga a contemplarlas. Alrededor la noche lo había cubierto todo y solo se observaba lo que dibujaban las estrellas y lo que iluminaba la fogata que era fuerte y que era también acompañada por las luces de los carros que las pusieron suaves para no interrumpir la complicidad de luz tenue de la fogata, la música que salía de uno de los carros alegraba la noche que se iba animando entre botella y botella de “caliente” de ron o lo que fuera que entre botella y botella se iba enfriando cada vez más, ya no importaba, la noche ya estaba fría de por si, si no fuera porque el guitarrero atravesando casi por en medio del fuego cruzo el círculo, tomó su guitarra y malogró su primera canción, estaba un tanto ebrio y los que lo siguieron también. Eso ya hacia sonreír a todos y la noche se iba abrigando, pero nadie notó(o no lo quisieron hacer) que dos seres caminando se fueron a apoyarse, como quien se ha cansado de estar sentado a lado del fuego, sobre uno de los carros, a un lado donde poco o nada ayudaba la luz.
Ella hablaba de un gran hombre, del tipo que la había sorprendido, de aquel que había hecho de sus cosas banales las experiencias más entrañables, necesarias como el hecho de llamarse cada noche cuando durante el día habían hablado mil veces y aún se seguían extrañando y la noche era muy corta para hablar y soñar a la vez. Él hablaba de su necesidad de no querer a alguien que es tan diferente, a veces indiferente, hablaba de la forma en la que no la entiende y simplemente no le importa y solo se imagina el mundo sin ella y se da cuenta que nada podría ser, y comprende que es parte de ese amor la incertidumbre y la nostalgia, que por más nociva en su esencia entiende que también a sonreído por ellas y por ella porque ella es parte importante de eso, de la esencia de su amor, su nueva forma de vivir. Ella le habla del tiempo que pasaron juntos, de cómo lo descubrió e hizo de él el hombre de su vida. Él le hablaba de cómo ella había llegado a su vida y la había puesto de cabeza e increíblemente en un apacible huracán de emociones que no lo dejaban dormir noche a noche. Ella le decía que él tenía todos los defectos del mundo y que con su forma preocupada y apenada de tratar de hacerla sonreír frente a ellos, hacía que el mundo a su lado fuera perfecto. Él le comentó suspirando que la extrañaba mucho cada vez que no estaban juntos y que se retorcía de pena, no de cólera, de la sola idea de perderla en algún momento o por alguien. Ella le decía que estaba tranquila porque sabía que lo querría como ella sabia hacerlo, porque el tiempo los había llevado a eso, a esa química perfecta, decía que eran como las matemáticas (precisos el uno al otro) y como la física porque todo tenía un porque cuando estaban juntos. Él miró al cielo y recordó que todas las noches y sobre todo en las de luna llena, había soñado que estaban juntos y recordaba lo perfecto que se hacia cualquier lugar y lo miserable que era el tiempo. Ella le pasó el brazo por el hombro y recostó su cabeza en él. Él la miró y sintió como esta noche la había conmovido, él también lo estaba por todo lo evocado y juntó su cabeza a la de ella. Ella recordó en ese instante cuando había sido la última vez que él la había besado, recordó que entonces estaban sentados de la misma manera en otro lugar que tampoco olvidará, porque estaba con él, cuando aún era el hombre de su vida, y recordó que él la besó desde la frente al mentón para por fin tomar por asalto sus labios. Él la sintió desvanecerse en su hombro, como derrotada por los recuerdos. Él también la extrañó, pensó en lo perfecto que seria volver en tiempo y la distancia, curiosamente recordó el sabor en sus labios, la última vez que la besó, “hasta podría cantar la canción” se dijo y se le escapo un suspiro. Ella, frágil, recostada sobre él sintió el suspiro y se volvió a mirarlo. Él la sintió y sutilmente recordó que el primer beso no se da con los labios, que era en si con los ojos.
Sonó en la guitarra more than words, sólo en la guitarra, porque el guitarrero extasiado le cantaba mil canciones diferentes a su amada, y todas las confundía, pero esta era clara en la guitarra, nada más en ella. Ambos la reconocieron pero no les importó.


Él tenía la mirada fija a los ojos de ella y poco a poco como quien busca descubrir los misterios debajo y detrás de ellos fue bajando el perfil hacia sus labios hasta que con la nariz tocó la de ella y ella no retrocedió nunca. Era el aviso de que tenía que suceder. Suavemente intento una primera caricia con sus labios y ella también lo hizo, los tomo suyos y los estrujó, él sintió la humedad tenue de sus labios e hizo lo propio. Las bebidas habían hecho una gran labor, ambos disfrutaban del sabor de la noche y quizás la canción. El alcanzo a despertar de lo que estaba soñando en un momento y sintió todo el derroche de pasión entre ambos, eso lo sorprendió y se detuvo un momento-¿o ella lo hizo? ninguno lo sabe-. El beso fue la fusión de dos epidermis y la notoria divergencia de dos fantasías. Así fue.
Él dijo “¿a donde te fuiste? He notado cierta pasión”, ella abriendo los ojos lo miró y con una sonrisa tenue y algo avergonzada respondió: “¿has sentido lo mismo que yo?”. Él por no asentir, tenuemente sonrió, agudizo y entrecerró sus ojos hacia ella, como tratando de entenderla-ya sabia a lo que ella se refería-. “Has pensado tanto en ella como yo en él” dijo ella volviendo la mirada hacia el grupo tratando de descubrir si alguien los había visto y una vez más y con toda la seguridad y con voz muy bajita volvió “entre la noche y esta pasión que hemos desbordado, los hemos recordado. Tu y yo no estamos acorazados para este juego”. Él asintió otra vez y con más seguridad, sonriendo porque por fin sea como fuere, alguien entendió que se estaba muriendo de amor a mudas y respondió: “Que mejor forma de aceptar cuanto la quiero que en tus labios, no la he podido recordar mejor y que pena que esas pasiones sean ajenas y en algún modo ahora esquivas”. Ella volvió a hablar de aquel hombre mirando al vacio, él había empezado siendo el amor de su vida, luego de dos años era simplemente su enamorado y que ahora meses después nada más estaban peleados entre eso la nostalgia denotó algo de tristeza. Él solo pudo recordar que su amor era parecido, un amor fugaz que pudo ser y que no fue, porque la vida se lo presentó en un momento en el que todo estaba al revés, un amor que dura toda una noche y que en la mañana deja de ser, porque es imposible como imposible es no morir..."y que al final es como si fuéramos dos extraños que se dejan detrás y se vuelven a ver y dejan de ser extraños y si dicen no quererse ninguno sabe si miente, vuelven a actuar, terminan mintiéndose, se despiden y vuelven a ser extraños otra vez". Ella dijo mientras volvían hacía el grupo “es muy bonita esa canción de Alejandro Sanz”. Rieron. La canción que sonaba era atractiva para cantarla y cambiarle la letra al gusto y por placer. Cantaron, se miraron, sonrieron, se rieron, se abrazaron y la noche se iba terminando.


Ya de regreso hablaron de cómo el guitarrero construyó la noche destruyendo canciones. Se rieron. No se miraron. Callaron. Se despidieron. Y colorín colorado, el beso a demostrado que no es lo suficientemente importante para destruir algo que el tiempo mismo a formado, como las constelaciones de esa noche o las historias que en ellas se han escrito en mucho más tiempo que una noche o un beso.

10.06.2010

La Isla Se Hunde

Hubo una vez una isla donde habitaban todas las emociones y todos los sentimientos humanos que existen. Convivían, por supuesto, el Temor, la Sabiduría, el Amor, la Angustia, la Envidia, el Odio ... Todos estaban allí. A pesar de los roces naturales de la convivencia, la vida era sumamente tranquila e incluso previsible. A veces la Rutina hacía que el Aburrimiento se quedara dormido, o el Impulso armaba algún escándalo, pero muchas veces la Constancia y la Conveniencia lograban aquietar el Descontento.
Un día, inesperadamente para todos los habitantes de la isla, el Conocimiento convocó una reunión. Cuando la Distracción se dio por enterada y la Pereza llegó al lugar de encuentro, todos estuvieron presentes.
Entonces, el Conocimiento dijo:
-Tengo una mala noticia que darles: la isla se hunde. Todas las emociones que vivían en la isla dijeron: -¡No, cómo puede ser! ¡Si nosotros vivimos aquí desde siempre!
El Conocimiento repitió:
-La isla se hunde.
-¡Pero no puede ser! ¡Quizá estás equivocado!
-El Conocimiento casi nunca se equivoca -dijo la Conciencia dándose cuenta de la verdad-. Si él dice que se hunde, debe ser porque se hunde.
-¿Pero qué vamos a hacer ahora? -se preguntaron los demás.
Entonces, el Conocimiento contestó:
-Por supuesto, cada uno puede hacer lo que quiera, pero yo les sugiero que busquen la manera de dejar la isla ... Construyan un barco, un bote, una balsa o algo que les permita irse, porque el que permanezca en la isla desaparecerá con ella.
-¿No podrías ayudarnos? -preguntaron todos, porque confiaban en su capacidad.
-No -dijo el Conocimiento-, la Previsión y yo hemos construido un avión y en cuanto termine de decirles esto volaremos hasta la isla más cercana.
Las emociones dijeron:
-¡No! ¡Pero no! ¿Qué será de nosotros?
Dicho esto, el Conocimiento se subió al avión con su socia y, llevando de polizón al Miedo, que como no es zonzo ya se había escondido en el motor, dejaron la isla.
Todas las emociones, en efecto, se dedicaron a construir un bote, un barco, un velero ... Todas... salvo el Amor.
Porque el Amor estaba tan relacionado con cada cosa de la isla que dijo:
-Dejar esta isla ... después de todo lo que viví aquí ... ¿Cómo podría yo dejar este arbolito, por ejemplo? Ahh ... compartimos tantas cosas ...
Y mientras las emociones se dedicaban a fabricar el medio para irse, el Amor se subió a cada árbol, olió cada rosa, se fue hasta la playa y se revolcó en la arena como solía hacerlo en otros tiempos. Tocó cada piedra ... y acarició cada rama ...
Al llegar a la playa, exactamente desde donde el sol salía, su lugar favorito, quiso pensar con esa ingenuidad que tiene el amor:
«Quizá la isla se hunda por un ratito ... y después resurja ... ¿por qué no?»
Y se quedó durante días y días midiendo la altura de la marea para revisar si el proceso de hundimiento no era reversible ...
La isla se hundía cada vez más ...
Sin embargo, el Amor no podía pensar en construir, porque estaba tan dolorido que sólo era capaz de llorar y gemir por lo que perdería.
Se le ocurrió entonces que la isla era muy grande, y que aun cuando se hundiera un poco, siempre él podría refugiarse en la zona más alta ... Cualquier cosa era mejor que tener que irse. Una pequeña renuncia nunca había sido un problema para él.
Así que, una vez más, tocó las piedritas de la orilla ... y se arrastró por la arena ... y otra vez se mojó los pies en la pequeña playa que otrora fue enorme ...
Luego, sin darse cuenta demasiado de su renuncia, caminó hacia la parte norte de la isla, que si bien no era la que más le gustaba, era la más elevada.
Y la isla se hundía cada día un poco más ...
Y el Amor se refugiaba cada día en un espacio más pequeño ...
-Después de tantas cosas que pasamos juntos ... -le reprochó a la isla.
Hasta que, finalmente, sólo quedó una minúscula porción de suelo firme; el resto había sido tapado completamente por el agua.
Justo en ese momento el Amor se dio cuenta de que la isla se estaba hundiendo de verdad. Comprendió que, si no dejaba la isla, el amor desaparecería para siempre de la faz de la Tierra...
Caminando entre senderos anegados y saltando enormes charcos de agua, el Amor se dirigió a la bahía.
Ya no había posibilidades de construirse una salida como la de todos; había perdido demasiado tiempo en negar lo que perdía y en llorar lo que desaparecía poco a poco ante sus ojos.
Desde allí podría ver pasar a sus compañeros en las embarcaciones. Tenía la esperanza de explicar su situación y de que alguno de sus compañeros le comprendiera y le llevara.
Observando el mar, vio venir el barco de la Riqueza y le hizo señas. La Riqueza se acercó un poquito a la bahía.
-Riqueza, tú que tienes un barco tan grande, ¿no me llevarías hasta la isla vecina? Yo sufrí tanto la desaparición de esta isla que no pude fabricarme un bote ...
Y la Riqueza le contestó:
-Estoy tan cargada de dinero, de joyas y de piedras preciosas, que no tengo lugar para ti, lo siento ... -y siguió su camino sin mirar atrás.
El Amor siguió observando, y vio venir a la Vanidad en un barco hermoso, lleno de adornos, caireles, mármoles y florecitas de todos los colores. Llamaba muchísimo la atención.
El Amor se estiró un poco y gritó:
-¡Vanidad ... Vanidad ... llévame contigo!
La Vanidad miró al Amor y le dijo:
-Me encantaría llevarte, pero ... ¡tienes un aspecto! ... ¡estás tan desagradable ... tan sucio y tan desaliñado! ... Perdón, pero creo que afearías mi barco -y se fue.
Y así, el Amor pidió ayuda a cada una de las emociones. A la Constancia, a la Sensualidad, a los Celos, a la Indignación y hasta al Odio. Y cuando pensó que ya nadie más pasaría, vio acercarse un barco muy pequeño, el último, el de la Tristeza.
-Tristeza, hermana -le dijo-, tú que me conoces tanto, tú no me abandonarás aquí, eres tan sensible como yo ... ¿Me llevarás contigo?
Y la Tristeza le contestó:
- Yo te llevaría, te lo aseguro, pero estoy taaaaan triste ... que prefiero estar sola -y sin decir más, se alejó.
Y el Amor, pobrecito, se dio cuenta de que por haberse quedado ligado a esas cosas que tanto amaba, él y la isla iban a hundirse en el mar hasta desaparecer.
Entonces se sentó en el último pedacito que quedaba de su isla a esperar el final...
De pronto, el Amor escuchó que alguien chistaba:
-Chst-chst-chst ...
Era un desconocido viejito que le hacía señas desde un bote de remos.
El Amor se sorprendió:
-¿A mí? -preguntó, llevándose una mano al pecho.
-Sí, sí -dijo el viejito-, a ti. Ven conmigo, súbete a mi bote y rema conmigo, yo te salvo.
El Amor le miró y quiso darle explicaciones:
-Lo que pasó fue que yo me quedé ...
-Entiendo -dijo el viejito sin dejarle terminar la frase-, sube.
El Amor subió al bote y juntos empezaron a remar para alejarse de la isla. No pasó mucho tiempo antes de ver cómo el último centímetro que quedaba a flote terminó de hundirse y la isla desaparecía para siempre.
-Nunca volverá a existir una isla como esta -murmuró el Amor, quizá esperando que el viejito le contradijera y le diera alguna esperanza.
-No -dijo el viejo-, como ésta, nunca.
Cuando llegaron a la isla vecina, el Amor comprendió que seguía vivo.
Se dio cuenta de que iba a seguir existiendo.
Giró sobre sus pies para agradecerle al viejito, pero éste, sin decir una palabra, se había marchado tan misteriosamente como había aparecido.
Entonces, el Amor, muy intrigado, fue en busca de la Sabiduría para preguntarle:
-¿Cómo puede ser? Yo no lo conozco y él me salvó ... Nadie comprendía que me hubiera quedado sin embarcación, pero él me ayudó, él me salvó y yo ni siquiera sé quién es ...
La Sabiduría lo miró a los ojos un buen rato y dijo:
-Él es el único capaz de conseguir que el amor sobreviva cuando el dolor de una pérdida le hace creer que es imposible seguir adelante. El único capaz de darle una nueva oportunidad al amor cuando parece extinguirse. El que te salvó, Amor, es el Tiempo.

9.14.2010

tan simple, tan fácil de hacerlo grande
- hello!
º hello!
- you need help
º who doesn't
- its this your heart
º yeah
- is big
º no, it's small now
- small?
º its was bigger before
- skarry!
º yeah, but it's my problem
- do you want get some cup of cafe?
º yeah
- yeah
º now?
- yeah, now!
º ok!
- ok!
- =)
º =)


8.30.2010

3108 Feliz día bloggers!!!

Todo lo que quería decir se dice mejor en este video vergonzante.


Es una vieja tradición, que se remonta al remoto año de 2005, esa época cavernaria, cuando el mundo aún no conocía YouTube ni Twitter ni nada parecido pero, al menos, ya había descubierto el fuego o, mejor dicho, el blog. En ese lejano entonces ya existía una comunidad más o menos activa de blogueros en el mundo, incluido el Perú, que, buscando una forma de sedimentar a sus entonces frágiles redes, crearon el Blog Day.

Mucho ha cambiado desde entonces. Los blogs se volvieron mainstream, hicieron que el mundo (o sea, los medios) volteara la vista hacia lo que la gente común y corriente publica, algunos blogueros se convirtieron en referentes, los menos empezaron a vivir del blog... y luego fueron desplazados por las redes sociales.

Esto último es una verdad a medias. Los blogs siguen allí, cada vez hay más, pero la atención mediática se centra principalmente en lo que pasa en Twitter y Facebook (de hecho, salvo Susana Villarán -que incluso participó en el Blog Day del 2007- ningún otro candidato en estas elecciones tiene blog). Las cifras los avalan. Cálculos informales aseguran que existen unos 40 mil bloggers peruanos, un número que -si bien es mayor al promedio de la región- palidece ante los 3 millones de peruanos que están en Facebook.

Por supuesto, mantener un blog implica un esfuerzo mucho mayor al de alimentar de vez en cuando tu cuenta de Facebook y por eso la notoria desproporción en las cifras. Otro de los problemas es que cada vez resulta más difícil crear una comunidad alrededor de un blog. Ahora, las comunidades suelen recalar en Facebook (o Twitter, incluso), lo que disminuye el feedback de los lectores en el blog mismo. En resumen: en el 2010 ser blogger es tan o más complicado que en el 2005.

Por eso que el Blog Day (celebrado el 31 de agosto por la similitud de "3108" con la palabra "Blog") vuelve a tener sentido.

Serie "habia una vez..." José Campanari

Y la maceta tenía una planta.
La mujer regaba la planta todos los días.
Pero la planta no crecía.
La mujer ponía la planta al sol.
Pero la planta no crecía.
La mujer le ponía fertilizante a la planta.
Pero la planta no crecía.
Después de dos años de cuidar la planta y ver que no crecía, la mujer tiró la maceta desde la terraza.
La maceta no se rompió, porque era de plástico.
La planta también.


Había una vez una mujer que compraba todo en el supermercado los jueves a la tarde.
Un jueves a la mañana se dio cuenta que no tenía nada para el almuerzo.
Después de pensar un rato, decidió ir al almacén de Don Quique, a comprar algo para el almuerzo.
Compró una lata de tomates, un paquete de fideos, un pan lactal y una bolsita de queso rallado.
- Compré cuatro cosas locas y gasté un montón de plata – dijo la mujer al salir del almacén – y gasté un montón de plata.
Cuando la mujer llegó a su casa y abrió la bolsa, la lata de tomates se creía una lata de pintura roja; los fideos de creían que eran palitos chinos; las rodajas de pan se pensaban que eran cjas de compact disc y el queso rallado estaba seguro de que era Napoleón.
Tenía razón la mujer: había comprado cuatro cosas locas.


Había una vez una mujer que no sabía qué hacer para que su hijo dejara de usar el chupete.
Lo primero que hizo fue mojarlo en un líquido asqueroso (al chupete, no al hijo).
Pero él (el hijo, no el chupete), después de hacer cara de asco, lo siguió usando.
Lo segundo que hizo (la mujer, se entiende) fue esconderlo (al chupete, no al hijo).
Pero él (el hijo, no el chupete),lo encontró y lo siguió usando.
Lo tercero que hizo la mujer, fue tirar el chupete por la ventana. Pero un señor que pasaba por la calle, se lo devolvió y su hijo (el de la mujer, no el del señor), lo siguió usando.
Ese día la mujer decidió dejar que su hijo fumara.
Después de todo, él (el hijo, se entiende) ya tenía treinta y dos años.


Había una vez un hombre que tenía cinco pelos rebeldes.
Cuando se peinaba para atrás, los cinco pelos se venían para adelante.
Cuando se peinaba para el costado, los cinco pelos se iban para atrás.
Cuando se peinaba para adelante, se iban para el costado.
El hombre se peinaba al agua, a la gomina o al viento. Pero los cinco pelos rebeldes siempre hacián lo que querían.
Un día el hombre se cortó los cinco pelos rebeldes y se acabó el problema.
No se tiene que peinar más.
Ahora es calvo.


Había una vez dos hombres en una biblioteca. Uno quería leer un libro, el otro pensaba.
El que quería leer un libro, se puso las lentes de contacto.
Pero no pudo leer.
El otro pensaba.
El que quería leer un libro, se puso los anteojos de ver de cerca.
Pero no pudo leer.
El otro pensaba.
El que quería leer un libro, se puso los anteojos de ver de lejos.
Pero no pudo leer.
El otro pensaba.
Por fin, el que quería leer (un libro, se entiende) se puso los anteojos de ver de cerca sobre las lentes de contacto y los de ver de lejos sobre los de ver de cerca.
Pero no pudo leer.
-¿Por qué no tomará un libro, si lo que quiere es leer?- el otro pensaba.